Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Primera Parte: Fantine
Libro quinto
Hacia abajo
Cap VII : Fauchelevent entra de jardinero en París.
Fauchelevent se había dislocado la rodilla en la caída. Madeleine mandó que lo llevasen a una enfermería que había creado para los obreros en el propio edificio de la fábrica y que atendían dos hermanas de la caridad. A la mañana siguiente, el anciano halló un billete de mil francos en la mesilla de noche con la siguiente nota de puño y letra de Madeleine: Le compro el carro y el caballo. El carro estaba roto y el caballo se había muerto. Fauchelevent sanó, pero se le quedó la rodilla anquilosada. El señor Madeleine, por recomendación de las hermanas y del párroco, consiguió que el buen hombre entrase de jardinero en un convento de monjas del barrio de Saint-Antoine de París.
Poco tiempo después, al señor Madeleine lo hicieron alcalde. La primera vez que Javert vio al señor Madeleine llevando la banda que le daba autoridad total en la ciudad notó esa especie de estremecimiento que notaría un dogo que olfatease a un lobo dentro de la ropa de su amo. A partir de ese momento lo evitó cuanto pudo. Cuando las necesidades del servicio se lo exigían imperiosamente y no le quedaba más remedio que reunirse con el señor alcalde, le hablaba con un profundo respeto.
Aquella prosperidad de Montreuil-sur-Mer, obra del señor Madeleine, tenía, además de las señas visibles que hemos indicado, otro síntoma que, no por invisible, era menos significativo. Es algo que nunca engaña. Cuando la población padece, cuando el trabajo falta, cuando no hay comercio, el contribuyente se resiste a pagar los impuestos por penuria, agota los plazos y los rebasa, y al Estado le salen muy caros los gastos de apremio y cobro. Cuando el trabajo abunda, cuando la comarca es feliz y rica, los impuestos se pagan de buen grado y le cuestan poco al Estado. Puede decirse que la miseria y la riqueza públicas cuentan con un termómetro infalible: los gastos de cobro de los impuestos. En siete años, los gastos de cobro de los impuestos se habían quedado en la cuarta parte en el distrito de Montreuil-sur-Mer, con lo que aquel distrito lo citaba con frecuencia, destacándolo de todos los demás, el señor de Villèle, a la sazón ministro de Hacienda.
Tal era la situación de la comarca cuando regresó Fantine. Nadie se acordaba ya de ella. Por fortuna, la puerta de la fábrica del señor Madeleine era como un rostro amigo. Allí se presentó y la cogieron en el taller de mujeres. El oficio le resultaba completamente nuevo a Fantine, no podía darse mucha maña y, por lo tanto, sacaba poca cosa de la jornada de trabajo, pero le bastaba; a fin de cuentas, el problema estaba resuelto, se ganaba la vida.