Fausto – Johann Wolfgang Von Goethe
Bosque y caverna
Fausto, solo.
Tú me otorgaste, Espíritu sublime,
cuanto de ti imploré. Tu faz, no en vano,
me mostraste en el fuego. Por mi reino,
la alma naturaleza tú me diste
y fuerza de sentirla y de gozarla.
Con ojo frío, atónito, no solo
me permites mirar en su hondo seno,
sino como en el pecho de un amigo.
De los vivientes, tú, las filas guías
a mi vista, y hermanos tú me enseñas
en el tranquilo arbusto, el aire y agua.
Y cuando dentro el bosque, brama y ruge
la tempestad, de los gigantes pinos
las ramas y los troncos en pedazos
derribando a la tierra con estruendo,
que hace tronar las cóncavas colinas,
me llevas tú a pacíficas cavernas;
tú, quien soy me revelas a mí mismo,
y de mi corazón entonces vense,
los prodigios más hondos y secretos.
La pura luna, luego, mitigando
mis angustias, enálzase a mi vista,
y de arbustos bañados en rocío
y de rocas, levántanse y se ciernen
las plateadas formas de otros tiempos,
y esa mi sed, de contemplar aplacan.
Mas ¡ay! ahora siento que, del hombre,
no es nunca lo perfecto. Tú me diste,
con todas las delicias que me acercan
más y más a los dioses, ese socio
de quien no puedo huir aunque malvado,
frío, a mis mismos ojos me rebaje
y aun cuando, con su acento, torne en nada
tus dones todos. ¡En mi pecho él sopla
llama voraz por esa imagen bella
y así me lanzo, del deseo, al goce,
y ardo, en el goce mismo, de deseos!
(Entra Mefistófeles)
Mefistófeles
¿No te cansas de esta vida
que llevas ha tanto tiempo?
Muy bueno es probar de todo
y buscar pronto algo nuevo.
Fausto
Que no te ocupe otra cosa
que enturbiar mis días buenos.
Mefistófeles
Bien, muy bien. Haz como quieras
que tus enojos no creo.
Con voz locos, desgraciosos,
poco se pierde, por cierto;
a patadas se los halla
mas de veras, le asevero
que lo que a su señoría
causa gusto o causa tedio,
por su faz no se colige.
Fausto
¡Me place el tono! Yo debo
agradecer que me canses
y rompas mis gratos sueños.
Mefistófeles
¿Qué vida habrías llevado
sin mí, gusano del suelo?
Te curé por muchos días,
del continuo martilleo
de tu magín; por mí, solo
por mí, las de Villadiego
no tomaste de este mundo.
¿A qué vivir, cual mochuelo,
en cavernas y peñascos?
Del húmedo musgo denso
y las rocas que destilan
agua siempre, nutrimento,
¿como el sapo, acaso chupas?
¡Lindo, dulce pasatiempo!
El doctor, amigo, tienes
escondido aun en el cuerpo.
Fausto
Tú, ¿comprenderás acaso
que nuevo vital aliento,
la soledad me procura?
Si llegases a entenderlo,
bastante Diablo serías
para no dar tan extremo
goce.
Mefistófeles
¡Uno supraterrestre!
En las montañas, envuelto
yacer en noche y rocío;
abarcar la tierra y cielo,
con mil delicias; luego,
sentir todos los seis días
de la creación en el pecho;
con orgullo desmedido,
gozar no sé qué de tierno;
en él todo confundirse.
Así desapareciendo
el mortal completamente,
y después, poner un término,
yo no puedo decir cómo,
(Haciendo un gesto indecente)
a la alta intuición…
Fausto
¡Ah! ¡Perro!
Mefistófeles
No te placen estas cosas;
tú, hombre tan moral, derecho
tienes de airarte. Decirse
delante oídos honestos,
no se puede, aquello mismo
de que los más castos senos
no pueden carecer nunca.