VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO CLXXV. De lo que Cortés ordenó después que se volvió el factor y veedor a Méjico, y del trabajo que llevamos en el largo camino, y de las grandes puentes que hicimos, y hambre que pasamos en dos años y tres meses que tardamos en este viaje.
Después de despedidos el factor y el veedor, lo primero que mandó Cortés fue escribir a la Villa-Rica a un su mayordomo, que se decía Simón de Cuenca, que cargase dos navíos que fuesen de poco porte, de bizcocho de maíz, porque en aquella sazón no se cogía pan de trigo en Méjico, y seis pipas de vino y aceite y vinagre y tocinos, fierraje, y otras cosas de bastimentos, y mandó que se fuesen costa a costa del norte, y que le escribiría y haría saber dónde había de aportar, y que el mismo Simón de Cuenca viniese por capitán; y luego mandó que todos los vecinos de Guacacualco fuésemos con él, que no quedaron sino los dolientes. Ya he dicho otras veces que estaba poblada aquella villa de los conquistadores mas antiguos de Méjico, y todos los mas hijosdalgo, que se habían hallado en las conquistas pasadas de Méjico, y en el tiempo que habíamos de reposar de los granades trabajos y procurar de haber algunos bienes y granjerías, nos mandó ir jornada de más de quinientas leguas, y toda la más tierra por donde íbamos de guerra, y dejamos perdido cuanto teníamos, y estuvimos en el viaje más de dos años y tres meses. Pues volviendo a nuestra plática, ya estábamos todos apercebidos con nuestras armas y caballos, que no le osábamos decir de no; e ya que alguno se lo decía, por fuerza le hacía ir; y éramos por todos, ansí los de Guacacualco como los de Méjico, sobre ducientos y cincuenta soldados, y los ciento y treinta de a caballo, y los demás escopeteros y ballesteros, sin otros muchos soldados nuevamente venidos de Castilla.
Y luego me mandó a mí que fuese por capitán de treinta españoles y de tres mil indios mejicanos, y fuese a unos pueblos que estaban de guerra, que se decían Cimatán, e que en aquellos pueblos mantuviese los tres mil indios mejicanos, y si los naturales de aquella provincia estuviesen de paz o se viniesen a someter al servicio de su majestad, que no les hiciese enojo ni fuerza ninguna, salvo mandar dar de comer a aquellas gentes; y si no quisiesen venir, que los enviase a llamar tres veces de paz, de manera que lo entendiesen muy bien, e por ante un escribano que iba conmigo e testigos; y si no quisiesen venir, que les diese guerra, y para ello me dio poder y sus instrucciones, las cuales tengo hoy día firmadas de su nombre y de su secretario Alonso Valiente; y ansí hice aquel viaje como lo mandó, quedando de paz aquellos pueblos; mas dende a pocos meses, como vieron que quedaban pocos españoles en Guacacualco, e íbamos los conquistadores con Cortés, se tornaron a alzar, y luego salí con mis soldados españoles e indios mejicanos al pueblo donde Cortés mandó que saliese, que se decía Iquinuapa.