VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO CLIV. Cómo Cortés envió a Guatemuz a rogalle que tengamos paz.
Después que Cortés vio que íbamos en la ciudad ganando muchas puentes y calzadas y albarradas y derrocando casas, como teníamos presos tres principales personas que eran capitanes de Méjico, les mandó que fuesen a hablar a Guatemuz para que tuviesen paces con nosotros; y los principales dijeron que no osaban ir con tal mensaje, porque su señor Guatemuz les mandaría matar. En fin de pláticas, tanto se lo rogó Cortés y con promesas que les hizo y mantas que les dio, que fueron, y lo que les mandó que dijesen al Guatemuz es, que porque lo quiere bien, por ser deudo tan cercano del gran Montezuma, su amigo, y casado con su hija, y porque ha mancilla que aquella gran ciudad no se acabe de destruir, y por excusar la gran matanza que cada día hacíamos en sus vecinos y forasteros, que le ruega que venga de paz, y en nombre de su majestad les perdonará todas las muertes y daños que nos han hecho, y les hará muchas mercedes; e que tenga consideración que se lo ha enviado a decir tres o cuatro veces, e que él por ser mancebo o por sus consejeros, y la principal causa por sus malditos ídolos o papas, que le aconsejan mal, no ha querido venir, sino darnos guerra; e pues que ya ha visto tantas muertes como en las batallas que nos dan les han sucedido, y que tenemos de nuestra parte todas las ciudades y pueblos de toda aquella comarca, y cada día nuevamente vienen más contra ellos, que se compadezca de tal perdimiento de sus vasallos y ciudad. También les envió a decir que se les habían acabado los mantenimientos, e que ya Cortés lo sabía, e que también agua no la tenían; y les envió a decir otras palabras bien dichas, que los tres principales las entendieron muy bien por nuestras lenguas, y demandaron a Cortés una carta, y esta no porque la entendían, sino porque sabían claramente que cuando enviábamos alguna mensajería o cosas que les mandábamos, era un papel de aquellos que llaman amales, señal como mandamiento.
Y cuando los tres mensajeros parecieron ante su señor Guatemuz, con grandes lágrimas y sollozando le dijeron lo que Cortés les mandó; y el Guatemuz desque lo oyó, y sus capitanes que juntamente con él estaban, pareció ser que al principio recibió pasión de que fuesen atrevidos aquellos capitanes de illes con tales embajadas; mas, como el Guatemuz era mancebo y muy gentil hombre, y de buena disposición y rostro alegre, y aun la color tenía algo más que tiraba a blanco que a matiz de indios, que era de obra de veinte y tres años y era casado con una muy hermosa mujer, hija del gran Montezuma, su tío; y según después alcanzamos a saber, tenía voluntad de hacer paces, y para platicallo mandó juntar todos sus capitanes y principales y papas de los ídolos, y les dijo que tenía voluntad de no tener guerra con Malinche ni todos nosotros; y la plática que sobre ello les puso fue, que ya habían probado todo lo que se puede hacer sobre la guerra y mudado muchas maneras de pelear, y que somos de tal manera, que cuando pensaban que nos tenían vencidos, que entonces volvíamos muy más reciamente sobre ellos; y que al presente sabía los grandes poderes de amigos que nuevamente nos habían venido, y que todas las ciudades eran contra ellos, y que ya los bergantines les habían rompido sus estacadas, y que los caballos corrían a rienda suelta por las calles de su ciudad; y les puso por delante otras muchas desventuras que tenían sobre los mantenimientos y agua; que les rogaba y mandaba que cada uno dellos diese sobre ello su parecer, y los papas también dijesen el suyo y lo que a sus dioses Huichilobos y Tezcatepuca les han oído hablar, y que ninguno tuviese temor de hablar y decir la verdad de lo que sentía.