VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO XCV. De la prisión de Montezuma, y lo que sobre ello se hizo.
E como teníamos acordado el día antes de prender al Montezuma, toda la noche estuvimos en oración con el padre de la Merced rogando a Dios que fuese de tal modo que redundase para su tanto servicio, y otro día de mañana fue acordado de la manera que había de ser. Llevó consigo Cortés cinco capitanes, que fueron Pedro de Albarado y Gonzalo de Sandoval y Juan Velázquez de León y Francisco de Lugo y Alonso de Ávila, y con nuestras lenguas doña Marina y Aguilar; y todos nosotros mandó que estuviésemos muy a punto, y los caballos ensillados y enfrenados; y en lo de las armas no había necesidad de ponello yo aquí por memoria, porque siempre de día y de noche estábamos armados y calzados nuestros alpargates, que en aquella sazón era nuestro calzado; y cuando solíamos ir a hablar al Montezuma siempre nos veía armados de aquella manera; y esto digo porque, puesto que Cortés con los cinco capitanes iban con todas sus armas para le prender, el Montezuma no lo tendría por cosa nueva ni se alteraría dello. Ya puestos punto todos, envióle nuestro capitán a hacelle saber cómo iba a su palacio, porque así lo tenía por costumbre, y no se alterase viéndole ir de sobresalto; y el Montezuma bien entendió poco más o menos que iba enojado por lo de Almería, y no lo tenía en una castaña, y mandó que fuese mucho en buen hora.
Y como entró Cortés, después de le haber hecho sus acatos acostumbrados, le dijo, con nuestras lenguas: «Señor Montezuma, muy maravillado estoy de vos, siendo tan valeroso príncipe y haberos dado por nuestro amigo, mandar a vuestros capitanes que teníades en la costa cerca de Tuzapán que, tomasen armas contra mis españoles, y tener atrevimiento de robar los pueblos que están en guarda y mamparo de nuestro rey y señor, y de mandalles indios e indias para sacrificar y matar un español hermano mío y un caballo»; no le quiso decir del capitán ni de los seis soldados que murieron luego que llegaron a la Villa-Rica, porque el Montezuma no lo alcanzó a saber, ni tampoco lo supieron los indios capitanes que les dieron la guerra; y más le dijo Cortés, que «teniéndole por tan su amigo, mandé a mis capitanes que en todo lo que posible fuese os sirviesen y favoreciesen, y vuestra majestad, por el contrario, no lo ha hecho. Y asimismo en lo de Cholula tuvieron vuestros capitanes gran copia de guerreros, ordenado por vuestro mandado, que nos matasen; helo disimulado lo de entonces por lo mucho que os quiero; y asimismo ahora vuestros vasallos y capitanes se han desvergonzado, y tienen pláticas secretas que nos queréis mandar matar; por estas causas no querría comenzar guerra ni destruir aquesta ciudad; conviene que para excusarlo todo, que luego callando y sin hacer ningún alboroto os vais con nosotros a nuestro aposento, que allí seréis servido y mirado muy bien como en vuestra propia casa; y que si alboroto o voces daba, que luego seréis muerto de aquestos mis capitanes, que no los traigo pata otro efeto.»
Y cuando esto oyó el Montezuma, estuvo muy espantado y sin sentido, y respondió que nunca tal mandó, que tomasen armas contra nosotros, y que enviaría luego a Humar sus capitanes, y sabría la verdad y los castigaría; y luego en aquel instante quitó de su brazo y muñeca el sello y señal de Huichilobos, que aquello era cuando mandaba alguna cosa grave e de peso para que se cumpliese, e luego se cumplía;…