VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO XCIII. Cómo hicimos nuestra iglesia y altar en nuestro aposento, y una cruz fuera del aposento, y lo que más pasamos, y hallamos la sala y recámara del tesoro del padre de Montezuma, y cómo se acordó prender al Montezuma.
Como nuestro capitán Cortés y el padre de la Merced vieron que Montezuma no tenía voluntad que en el cu de su Huichilobos pusiésemos la cruz ni hiciésemos la iglesia; y porque desde que entramos en la ciudad de Méjico, cuando se decía misa hacíamos un altar sobre mesas y tornábamos a quitarlo, acordóse que demandásemos a los mayordomos del gran Montezuma albañiles para que en nuestro aposento hiciésemos una iglesia; y los mayordomos dijeron que se lo harían saber al Montezuma, y nuestro capitán envió a decirselo con doña Marina y Aguilar, y con Orteguilla, su paje, que entendía ya algo la lengua, y luego dio licencia y mandó dar todo recaudo, e en tres días teníamos nuestra iglesia hecha, y la santa cruz puesta delante de los aposentos, e allí se decía misa cada día, hasta que se acabó el vino; que, como Cortés y otros capitanes y el fraile estuvieron malos cuando las guerras de Tlascala, dieron priesa al vino que teníamos para misas,y desde que se acabó, cada día estábamos en la iglesia rezando de rodillas delante del altar e imágenes, lo uno por lo que éramos obligados a cristianos y buena costumbre, y lo otro porque Montezuma y todos sus capitanes lo viesen y se inclinasen a ello, y porque viesen el adoratorio, y vernos de rodillas delante de la cruz, especial cuando tañíamos a la Ave María.
Pues estando que estábamos en aquellos aposentos, como somos de tal calidad, e todo lo trascendemos e queremos saber, cuando miramos adónde mejor y en más convenible parte habíamos de hacer el altar, dos de nuestros soldados, que uno dellos era carpintero de lo blanco, que se decía Alonso Yáñez, vio en una pared una como señal que había sido puerta, que estaba cerrada y muy bien encalada e bruñida; y como había fama e teníamos relación que en aquel aposento tenía Montezuma el tesoro de su padre Axayaca, sospechóse que estaría en aquella sala, que estaba de pocos días cerrada y encalada; y el Yáñez le dijo a Juan Velázquez de León y Francisco de Lugo, que eran capitanes, y aun deudos míos; el Alonso Yáñez se allegaba a su compañía, como criado de aquellos capitanes, y se lo dijeron a Cortés, y secretamente se abrió la puerta, y cuando fue abierta, Cortés con ciertos capitanes entraron primero dentro, y vieron tanto número de joyas de oro e planchas, y tejuelos muchos, y piedras de chalchihuis y otras muy grandes riquezas; quedaron elevados, y no supieron qué decir de tantas riquezas; y luego lo supimos entre todos los demás capitanes y soldados, y lo entramos a ver muy secretamente; y como yo lo vi, digo que me admiré, e como en aquel tiempo era mancebo y no había visto en mi vida riquezas como aquellas, tuve por cierto que en el mundo no debiera haber otras tantas; e acordóse por todos nuestros capitanes e soldados que ni por pensamiento se tocase en cosa ninguna dellas, sino que la misma puerta se tornase luego a poner sus piedras y cerrase y encalase de la manera que la hallamos, y que no se hablase en ello, porque no lo alcanzase a saber Montezuma, hasta ver otro tiempo.