VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO LXXXIX. Cómo el gran Montezuma vino a nuestros aposentos con muchos caciques que le acompañaban, e la plática que tuvo con nuestro capitán.
Como el gran Montezuma hubo comido, y supo que nuestro capitán y todos nosotros asimismo había buen rato que habíamos hecho lo mismo, vino a nuestro aposento con gran copia de principales, e todos deudos suyos, e con gran pompa; e como a Cortés le dijeron que venía, le salió a la mitad de la sala a le recebir, y el Montezuma le tomó por la mano, e trajeron unos como asentaderos hechos a su usanza e muy ricos, y labrados de muchas maneras con oro; y el Montezuma dijo a nuestro capitán que se sentase, e se asentaron entrambos, cada uno en el suyo, y luego comenzó el Montezuma un muy buen parlamento, e dijo que en gran manera se holgaba de tener en su casa y reino unos caballeros tan esforzados, como era el capitán Cortés y todos nosotros, e que había dos años que tuvo noticia de otro capitán que vino a lo de Champotón, e también el año pasado le trujeron nuevas de otro capitán que vino con cuatro navíos, e que siempre lo deseó ver, e que ahora que nos tiene ya consigo para servirnos y darnos de todo lo que tuviese. Y que verdaderamente debe de ser cierto que somos los que sus antepasados muchos tiempos antes habían dicho, que vendrían hombres de hacia donde sale el sol a señorear aquestas tierras, y que debemos de ser nosotros, pues tan valientemente peleamos en lo de Potonchán y Tabasco y con los tlascaltecas, porque todas las batallas se las trujeron pintadas al natural.
Cortés le respondió con nuestras lenguas, que consigo siempre estaban, especial la doña Marina, y le dijo que no sabe con qué pagar él ni todos nosotros las grandes mercedes recebidas de cada día, e que ciertamente veníamos de donde sale el sol, y somos vasallos y criados de un gran señor que se dice el emperador don Carlos, que tiene sujetos a sí muchos y grandes príncipes, e que teniendo noticia dél y de cuán gran señor es, nos envió a estas partes a le ver e a rogar que sean cristianos, como es nuestro emperador e todos nosotros, e que salvarán sus ánimas él y todos sus vasallos, e que adelante le declarará más cómo y de qué manera ha de ser, y cómo adoramos a un solo Dios verdadero, y quién es, y otras muchas cosas buenas que oirá, como les había dicho a sus embajadores Tendile e Pilalpitoque e Quintalvor cuando estábamos en los arenales.