VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO LXXXIII. Cómo tenían concertado en esta ciudad de Cholula de nos matar por mandado de Montezuma, y lo que sobre ello pasó.
Habiéndonos recebido tan solenemente comohabemos dicho, e ciertamente de buena voluntad, sino que, según después pareció, envió a mandar Montezuma a sus embajadores que con nosotros estaban, que tratasen con los de Cholula que con un escuadrón de veinte mil hombres que envió Montezuma, que estuviesen apercebidos para en entrando en aquella ciudad, que todos nos diesen guerra, y de noche y de día nos acapillasen, e los que pudiesen llevar atados de nosotros a Méjico, que se los llevasen; e con grandes prometimientos que les mandó, y muchas joyas y ropa que entonces les envió, e un atambor de oro; e a los papas de aquella ciudad que habían de tomar veinte de nosotros para hacer sacrificios a sus ídolos; pues ya todo concertado, y los guerreros que luego Montezuma envió estaban en unos ranchos e arcabuezos obra de media legua de Cholula, y otros estaban ya dentro en las casas, y todos puestos a punto con sus armas, hechos mamparos en las azuteas, y en las calles hoyos e albarradas para que no pudiesen correr los caballos, y aun tenían unas casas llenas de varas largas y colleras de cueros, e cordeles con que nos habían de atar e llevarnos a Méjico.
Mejor lo hizo nuestro Señor Dios, que todo se les volvió al revés; e dejémoslo ahora, e volvamos a decir que, así como nos aposentaron como dicho hemos, e nos dieron muy bien de comer los días primeros, o puesto que los víamos que estaban muy de paz, no dejábamos siempre de estar muy apercebidos, por la buena costumbre que en ello teníamos, e al tercero día ni nos daban de comer ni parecía cacique ni papa; e si algunos indios nos venían a ver, estaban apartados, que no llegaban a nosotros, e riéndose como cosa de burla; e como aquello vio nuestro capitán, dijo a doña Marina e Aguilar, nuestras lenguas, que dijese a los embajadores del gran Montezuma que allí estaban, que mandasen a los caciques traer de comer; e lo que traían era agua y leña, y unos viejos que lo traían decían que no tenían maíz, e que en aquel día vinieron otros embajadores del Montezuma, e se juntaron con los que estaban con nosotros, e dijeron muy desvergonzadamente e sin hacer acato que su señor les enviaba a decir que no fuésemos a su ciudad, porque no tenía qué darnos de comer, e que luego se querían volver a Méjico con la respuesta.