VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO LXXIII. Cómo vino Xicotenga, capitán general de Tlascala, a entender en las paces, y lo que dijo, y lo que nos avino.
Estando platicando Cortés con los embajadores de Montezuma, como dicho habemos, y quería reposar porque estaba malo de calenturas y purgado de otro día antes, viénenle a decir que venía el capitán Xicotenga con muchos caciques y capitanes, y que traen cubiertas mantas blancas y coloradas, digo la mitad de las mantas blancas y la otra mitad coloradas, que era su divisa y librea, y muy de paz, y traía consigo hasta cincuenta hombres principales que le acompañaban; y llegado al aposento de Cortés, le hizo muy grande acato en sus reverencias, como entre ellos se usa, y mandó quemar mucho copal, y Cortés con gran amor le mandó sentar cabe sí; y dijo el Xicotenga que él venía de parte de su padre y de Masse-Escaci, y de todos los caciques y república de Tlascala, a rogarle que los admitiese a nuestra amistad; y que venía a dar la obediencia a nuestro rey y señor, y a demandar perdón por haber tomado armas y habernos dado guerra; y que si lo hicieron, que fue por no saber quién éramos, porque tuvieron por cierto que veníamos de la parte de su enemigo Montezuma, que como muchas veces suelen tener astucias y mañas para entrar en sus tierras y roballes y saquealles, que así creyeron que lo quería hacer ahora; y que por esta causa procuraron de defender sus personas y patria, y fue forzado pelear; y que ellos eran muy pobres, que no alcanzan oro ni plata, ni piedras ricas ni ropa de algodón, ni aun sal para comer, porque Montezuma no les da lugar a ello para salir a buscallo; y que si sus antepasados tenían algún oro o piedras de valor, que al Montezuma se le habían dado cuando algunas veces hacían paces o treguas porque no los destruyesen, y esto en los tiempos muy atrás pasados; y porque al presente no tienen qué dar, que los perdone, que su pobreza era causa dello, y no la buena voluntad; y dio muchas quejas de Montezuma y de sus aliados, que todos eran contra ellos y les daban guerra, puesto que se habían defendido muy bien; y que ahora quisiera hacer lo mismo contra nosotros, y no pudieron, aunque se habían juntado tres veces con todos sus guerreros, y que éramos invencibles; y que como conocieron esto de nuestras personas, que quieren ser nuestros amigos, y vasallos del gran señor emperador don Carlos, porque tienen por cierto que con nuestra compañía serían siempre guardadas y amparadas sus personas, mujeres e hijos, y no estarán siempre con sobresalto de los traidores mejicanos; y dijo otras muchas palabras de ofrecimientos con sus personas y ciudad.
Era este Xicotenga alto de cuerpo y de grande espalda y bien hecho, y la cara tenía larga y como hoyosa y robusta, y era de hasta treinta y cinco años, y en el parecer mostraba en su persona gravedad; y Cortés les dio las gracias muy cumplidas con halagos que le mostró, y dijo que él los recibía por tales vasallos de nuestro rey y señor y amigos nuestros; y luego dijo el Xicotenga que nos rogaba fuésemos a su ciudad, porque estaban todos los caciques viejos y papas aguardándonos con mucho regocijo; y Cortés le respondió que él iría presto, y que luego fuera, sino porque estaba entendiendo en negocios del gran Montezuma, y como despache aquellos mensajeros, que él será allá; y tornó Cortés a decir algo más áspero y con gravedad de las guerras que nos habían dado de día y de noche; e que pues ya no puede haber enmienda en ello, que se lo perdona…