VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO LXXII. Cómo vinieron a nuestro real embajadores de Montezuma, gran señor de Méjico, y del presente que trajeron.

Como nuestro Señor Dios, por su gran misericordia, fue servido darnos vitoria de aquellas batallas de Tlascala, voló nuestra fama por todas aquellas comarcas, y fue a oídos del gran Montezuma a la gran ciudad de Méjico, y si antes nos tenían por teules, que son como sus ídolos, de allí adelante nos tenían en muy mayor reputación y por fuertes guerreros, y puso espanto en toda la tierra cómo, siendo nosotros tan pocos y los tlascaltecas de muy grandes poderes, los vencimos, y ahora enviamos a demandar paz.

Por manera que Montezuma, gran señor de Méjico, de muy bueno que era, o temió nuestra ida a su ciudad, despachó cinco principales hombres de mucha cuenta a Tlascala y a nuestro real para darnos el bien venido, y a decir que se había holgado mucho de nuestra gran vitoria que hubimos contra tantos escuadrones de guerreros, y envió un presente, obra de mil pesos de oro, en joyas muy ricas y de muchas maneras labradas, y veinte cargas de ropa fina de algodón, y envió a decir que quería ser vasallo de nuestro gran emperador, y que se holgaba porque estábamos ya cerca de su ciudad, por la buena voluntad que tenía a Cortés y a todos los teules sus hermanos que con él estábamos, que así nos llamaba, y que viese cuánto quería de tributo cada año para nuestro gran emperador, que lo dará en oro, plata y joyas y ropa, con tal que no fuésemos a Méjico; y esto que no lo hacía porque no fuésemos, que de muy buena voluntad nos acogiera, sino por ser la tierra estéril y fragosa, y que le pesaría de nuestro trabajo si nos lo viese pasar, e que por ventura que no lo podría remediar tan bien como querría.

Cortés le respondió y dijo que le tenía en merced la voluntad que mostraba y el presente que envió, y el ofrecimiento de dar a su majestad el tributo que decía; y luego rogó a los mensajeros que no se fuesen hasta ir a la cabecera de Tlascala, y que allí los despacharía, porque viese en lo que paraba aquello de la guerra; y no les quiso dar luego la respuesta porque estaba purgado del día antes, y purgóse con unas manzanillas que hay en la isla de Cuba, y son muy buenas para quien sabe cómo se han de tomar. Dejaré esta materia, y diré lo que más en nuestro real pasó.