VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO LXI. Cómo ordenamos de ir a la ciudad de Méjico, y por consejo del Cacique fuimos por Tlascala, y de lo que nos acaeció así de rencuentros de guerra como de otras cosas.
Torralva, a lo negociar, y trujo provisiones para que fuese adelantado y gobernador desde el río de San Pedro y San Pablo y todo lo que descubriese; y por aquellas provisiones envió luego tres navíos con hasta ducientos y setenta soldados con bastimentos y caballos, con el capitán por mí nombrado, que se decía Alonso Álvarez Pineda o Pinedo, y que estaba poblando en un río que se dice Pánuco, obra de setenta leguas de allí; y que ellos hicieron lo que su capitán les mandó, y que no tienen culpa.
Y como lo hubo entendido Cortés, con palabras amorosas les halagó, y les dijo que si podríamos tomar aquel navío; y el Guillen de la Loa, que era el más principal de los cuatro hombres, dijo que capearían y harían lo que pudiesen; y por bien que los llamaron y capearon, ni por señas que les hicieron, no quisieron venir; porque, según dijeron aquellos hombres, su capitán les mandó que mirasen que los soldados de Cortés no topasen con ellos, porque tenían noticia que estábamos en aquella tierra; y cuando vimos que no venía el batel, bien entendimos que desde el navío nos habían visto venir por la costa adelante, y que si no era con maña no volverían con el batel a aquella tierra; e rogóles Cortés que se desnudasen aquellos cuatro hombres sus vestidos para que se los vistiesen otros cuatro hombres de los nuestros, y así lo hicieron; y luego nos volvimos por la costa adelante por donde habíamos venido, para que nos viesen volver desde el navío, para que creyesen los del navío que de hecho nos volvimos, y quedábamos los cuatro de nuestros soldados vestidos los vestidos de los otros cuatro, y estuvimos con Cortés en el monte escondidos hasta más de media noche que hiciese escuro para volvernos enfrente del riachuelo, y muy escondidos, que no parecíamos otros, sino los cuatro soldados de los nuestros; y como amaneció comenzaron a capear los cuatro soldados, y luego vinieron en el batel seis marineros, y los dos saltaron en tierra con unas dos botijas de agua; y entonces aguardamos los que estábamos con Cortés escondidos que saltasen los demás marineros, y no quisieron saltar en tierra; y los cuatro de los nuestros que tenían vestidas las ropas de los otros de Garay hacían que estaban lavando las manos y escondiendo las caras, y decían los del batel: «Veníos a embarcar; ¿qué hacéis? ¿por qué no venís?» Y entonces respondió uno de los nuestros: «Saltad en tierra y veréis aquí un poco.» Y como desconocieron la voz, se volvieron con su batel, y por más que los llamaron, no quisieron responder; y queríamos les tirar con las escopetas y ballestas, y Cortés dijo que no se hiciese tal, que se fuesen con Dios a dar mandado a su capitán; por manera que se hubieron de aquel navío seis soldados, los cuatro hubimos primero, y dos marineros que saltaron en tierra; y así, volvimos a Villa-Rica, y todo esto sin comer cosa ninguna; y esto es lo que se hizo, y no lo que escribe el coronista Gómora, porque dice que vino Garay en aquel tiempo,y engañóse, que primero que viniese envió tres capitanes con navíos; los cuales diré adelante en qué tiempo vinieron e qué se hizo dellos, y también en el tiempo que vino Garay; y pasemos adelante, e diremos cómo acordamos de ir a Méjico.