Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Quinta Parte: Jean Valjean
Libro quinto
El nieto y el abuelo
Cap VI : Los dos ancianos hacen cuanto está en su mano, cada cual a su manera, para que Cosette sea feliz.
Se hicieron todos los preparativos de la boda. Consultaron al médico, que dictaminó que podría celebrarse en febrero. Estaban en diciembre. Así transcurrieron unas cuantas semanas deliciosas.
El abuelo no era el menos dichoso. Se pasaba cuartos de hora enteros contemplando a Cosette.
—¡Qué admirable y qué hermosa muchacha! ¡Parece tan dulce y tan buena! Qué tesoro de mujercita, ni que decir tiene que es la muchacha más encantadora que haya visto en la vida. Y, andando el tiempo, tendrá prendas con aroma a violeta. ¡Es una bendición, vamos! Con semejante criatura sólo se puede vivir noblemente. Marius, hijo, eres barón, eres rico, déjate de abogacías, te lo ruego.
Cosette y Marius habían pasado de golpe del sepulcro al paraíso. La transición no se había andando con miramientos y los habría dejado aturdidos si no fuera porque los tenía deslumbrados.
—¿Entiendes algo de lo que está pasando? —le decía Marius a Cosette.
—No —contestaba Cosette—, pero me parece que nos está mirando Dios.
Jean Valjean se hizo cargo de todo, allanó todos los inconvenientes, lo concilió todo, lo volvió todo fácil. Lo apremiaba la felicidad de Cosette con tanto ahínco como a la propia Cosette, y, en apariencia, con alegría no menor.
Como había sido alcalde, supo resolver una cuestión delicada de la cual sólo él estaba enterado: la identidad civil de Cosette. Decir crudamente sus orígenes, ¿quién sabe?, podría haber impedido el matrimonio. Sacó a Cosette de todas las dificultades. La dotó de una familia de personas fallecidas, lo cual era un medio seguro para no correr el riesgo de alguna reclamación. Cosette era cuanto quedaba de una familia extinguida; Cosette no era hija suya, sino la hija de otro Fauchelevent. Dos hermanos Fauchelevent habían sido jardineros en el convento de Le Petit-Picpus. Fueron a ese convento; abundaron los mejores informes y los testimonios más respetables; las buenas monjas, poco aptas para andar sondeando las cuestiones de paternidad, poco aficionadas a ello y sin malicia alguna, nunca habían sabido muy bien cuál de los dos Fauchelevent era el padre de la niña. Dijeron lo que se les pidió que dijeran, y lo dijeron con entusiasmo. Se redactó un acta de notoriedad. Cosette se convirtió ante la ley en la señorita Euphrasie Fauchelevent. Quedó declarada huérfana de padre y madre. Jean Valjean se las ingenió para que lo declarasen tutor con el apellido de Fauchelevent, y al señor Gillenormand tutor sustituto.
En cuanto a los quinientos ochenta y cuatro mil francos, era un legado que le había hecho a Cosette una persona ya difunta que deseaba que no se supiese quién era. El legado primitivo había sido de quinientos noventa y cuatro mil francos, pero se habían gastado diez mil en la educación de la señorita Euphrasie, cinco mil de los cuales se le habían pagado al propio convento. Aquel legado, encomendado a una tercera persona, debía entregarse a Cosette cuando fuera mayor de edad o en el momento en que contrajese matrimonio. Todo resultaba muy respetable en conjunto, como puede verse, sobre todo con una aportación de más de medio millón. Cierto es que había alguna singularidad que otra, pero nadie se fijó en ellas; a uno de los interesados le vendaba los ojos el amor; y a los demás, los seiscientos mil francos.