Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Cuarta Parte: El idilio de la calle de Plumet y La epopeya de la calle de Saint-Denis
Libro decimocuarto
Las grandezas de la desesperación
Cap VII : Gavroche experto calculador de las distancias.
Marius cumplió su promesa. Puso un beso en esa frente lívida de la que brotaba un sudor helado. No era una infidelidad a Cosette; era un adiós pensativo y dulce a un alma desventurada.
La carta que Éponine le había dado le había causado no poco sobresalto. Enseguida había caído en la cuenta de que se trataba de un acontecimiento. Estaba impaciente por leerla. Así es el corazón del hombre; apenas si acababa de cerrar los ojos la pobre niña y ya estaba Marius pensando en abrir ese papel. La depositó en el suelo con suavidad y se fue. Algo le decía que no podía leer aquella carta en presencia de aquel cadáver.
Se acercó a una vela en la sala de abajo. Era una notita doblada y sellada con ese primor elegante propio de las mujeres. Las señas estaban escritas con letra femenina y decían:
«Al señor Marius Pontmercy, en casa del señor Courfeyrac, calle de la Verrerie, 16».
Rompió el sello y leyó:
«Ay, amado mío, mi padre quiere que nos vayamos ahora mismo. Esta noche estaremos en el 7 de la calle de L’Homme-Armé. Dentro de ocho días estaremos en Inglaterra. COSETTE. 4 de junio».
Eran tan inocentes aquellos amores que Marius ni siquiera sabía cómo era la letra de Cosette.
Lo sucedido puede referirse en pocas palabras. Éponine era la autora de todo. Tras la velada del 3 de junio, se le ocurrieron dos cosas: descabalar los proyectos que su padre y los bandidos tenían para la calle de Plumet y separar a Marius de Cosette. Cambió los andrajos con el primer granujilla con el que coincidió y a quien le había hecho gracia vestirse de mujer mientras Éponine se disfrazaba de hombre. Ella fue quien en Le Champ de Mars le hizo a Jean Valjean esa advertencia tan expresiva: Múdese. Y, efectivamente, Jean Valjean se fue a casa y le dijo a Cosette: Nos vamos esta noche a la calle de L’Homme-Armé con Toussaint. La semana que viene estaremos en Londres. Cosette, aterrada ante aquel golpe inesperado, escribió dos líneas a toda prisa a Marius. Pero ¿cómo echar la carta al correo? No salía sola a la calle; y Toussaint, sorprendida ante ese recado, le habría enseñado desde luego la carta al señor Fauchelevent. Cuando estaba con esa ansiedad, Cosette vio a través de la verja a Éponine, vestida de hombre, que ahora andaba siempre rondando por las inmediaciones del jardín. Cosette llamó a aquel «obrero joven» y le dio cinco francos y la carta al tiempo que le decía: «Lleve esta carta ahora mismo a esas señas». Éponine se metió la carta en el bolsillo. Al día siguiente, 5 de junio, fue a casa de Courfeyrac para preguntar por Marius, no para entregarle la carta, sino, cosa que cualquier alma celosa y enamorada entenderá, «a ver de qué se enteraba». Se quedó esperando allí a Marius o a Courfeyrac a falta de algo mejor, siempre con la intención de enterarse de algo.