Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Tercera Parte: Marius
Libro cuarto
Los amigos del A B C
Cap I : Un grupo que estuvo a punto de convertirse en histórico.
En aquella época, indiferente en apariencia, corría más o menos un estremecimiento revolucionario. Había en el ambiente bocanadas que volvían de las profundidades de 1789 y de 1792. La juventud estaba, que se nos consienta la expresión, mudando. Se transformaba casi sin darse cuenta, con el propio pasar del tiempo. La aguja que va avanzando por la esfera del reloj avanza también por las almas. Todos daban el paso adelante que tenían que dar. Los monárquicos se hacían liberales; los liberales se hacían demócratas.
Era como una marea que fuese subiendo complicada con mil resacas; eso es lo propio de las resacas, que lo revuelven todo; de ahí todas aquellas combinaciones de ideas tan singulares; adoraban a un tiempo a Napoleón y la libertad. Aquí estamos haciendo historia. Eran los espejismos de aquellos tiempos. Las opiniones pasan por diversas fases. Las teorías monárquico-volterianas, variedad muy rara, tuvieron una compañera simétrica no menos rara: el liberalismo bonapartista.
Hubo grupos con mentes más serias. En unos se sondeaban los principios; en otros se atenían al derecho. Se apasionaban por lo absoluto; se vislumbraban realizaciones infinitas; lo absoluto, precisamente porque es tan rígido, impele los espíritus hacia lo alto y los hace flotar en un cielo sin límites. No hay nada como el dogma para dar a luz el sueño. Y no hay nada como el sueño para engendrar el porvenir. Hoy; utopía; mañana, carne y hueso.
Las opiniones avanzadas tenían dobles fondos. Un comienzo de misterio amenazaba «el orden establecido», que era sospechoso y solapado. Síntoma revolucionario a más no poder. Las segundas intenciones del poder coinciden en la zanja con las segundas intenciones del pueblo. La incubación de las insurrecciones dialoga con la premeditación de los golpes de Estado.
Aún no existían en Francia esas extensas organizaciones subyacentes, como el tugendbund alemán y el carbonarismo italiano; pero acá y allá se iban ramificando excavaciones turbias. Aparecía en Aix el esbozo de La Cougourde; había en París, entre otras afiliaciones del mismo tenor, la Sociedad de los Amigos del A B C.
¿Quiénes eran los Amigos del A B C? Una sociedad cuya finalidad era, en apariencia, educar a los niños; y, en realidad, poner en pie a los hombres.
Se decían Amigos del A B C[33], es decir, del rebajado, del humillado. El rebajado era el pueblo. Querían ponerlo de pie. Un retruécano que habría sido un error tomarse a broma. A veces los retruécanos son muy serios en política; sin ir más lejos, el Castratus ad castra que convirtió a Narsé en general de un ejército; sin ir más lejos, Barbari et Barberini; sin ir más lejos, Fueros y fuegos[34]; sin ir más lejos: Tu es Petrus et super hanc petram, etc., etc.
Los amigos del A B C eran pocos. Era una sociedad secreta en estado embrionario; un corrillo de amigos, podríamos decir casi si de los corrillos de amigos salieran alguna vez héroes. Se reunían en París en dos sitios diferentes: cerca del Mercado Central, en una taberna que se llamaba Corinthe, que saldrá a relucir más adelante, y cerca de Le Panthéon, en un café pequeño de la plaza de Saint-Michel llamado café Musain, hoy derruido; el primero de esos lugares de cita les caía cerca a los obreros; el segundo, a los estudiantes.
Los conciliábulos habituales de los Amigos del A B C se celebraban en una sala trasera del café Musain.