Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Tercera Parte: Marius
Libro segundo
El gran burgués
Cap IV : Aspirante a centenario.
Le habían dado premios de pequeño en el internado de Moulins, de donde era oriundo, y lo coronó de laurel la mano del duque de Nivernais, a quien él llamaba duque de Nevers. Ni la Convención, ni la muerte de Luis XVI, ni Napoleón, ni el regreso de los Borbones: nada pudo borrar el recuerdo de esa coronación. El duque de Nevers era para él la figura magna del siglo. «¡Qué gran señor tan encantador! —decía—. ¡Y qué bien le sentaba aquel cordón azul!» Desde el punto de vista del señor Gillenormand, Catalina II había reparado el crimen del reparto de Polonia al comprar por tres mil rublos el secreto del elixir de oro a Bestuchef. Cuando salía ese tema a relucir, se entusiasmaba mucho: «¡El elixir de oro! —exclamaba—. La tintura amarilla de Bestuchef, las gotas del general Lamotte, era, en el siglo XVIII, a un luis el frasco de media onza, el remedio supremo contra las catástrofes del amor, la panacea contra Venus. Luis XV le enviaba doscientos frascos al papa». Lo habrían irritado muchísimo y sacado de sus casillas si le hubieran dicho que el elixir de oro no era sino el percloruro de hierro. El señor Gillenormand adoraba a los Borbones y aborrecía 1789; contaba continuamente cómo se había salvado del Terror y cómo había precisado mucho buen humor y mucho ingenio para que no le cortasen la cabeza. Si a algún joven se le ocurría alabar delante de él a la República, se ponía de color azul y se enfadaba tanto que estaba a punto de perder el conocimiento. A veces aludía a sus noventa años y decía: Espero no tener que pasar dos veces por otro noventa y tres. En otras ocasiones, ponía en conocimiento de la gente que pensaba vivir cien años.