Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Tercera Parte: Marius
Libro primero
París estudiado en su átomo
Cap IX : El espíritu de la Galia antigua.
Algo había de ese niño en Poquelin, hijo de mercaderes; y también en Beaumarchais. El golfillo es un matiz de la forma de ser gala. Cuando va mezclado ese matiz con el sentido común, a veces le añade fuerza, como el alcohol al vino. A veces es un defecto. Homero es machacón, bien está; podríamos decir que Voltaire es golfillo. Camille Desmoulins era arrabalero. Championnet, que no se andaba con miramientos con los milagros, procedía de los adoquines de París; de pequeño, regó el porche de Saint-Jean de Beauvais y de Saint-Étienne du Mont; se había tomado suficientes confianzas con la urna de los restos de santa Genoveva como para permitirse dar órdenes a la ampolla de san Genaro.
El golfillo de París es respetuoso, irónico e insolente. Tiene feos los dientes porque come mal y su estómago lo acusa, y ojos hermosos porque es ingenioso. Saltaría a la pata coja por las escaleras del paraíso en presencia de Jehová. Es campeón en el juego de savate. Puede medrar en lo que sea. Juega en el arroyo y se yergue para la algarada; conserva el descaro ante la metralla; era un golfillo y es un héroe; como el niño tebano, desuella al león; el tamborcillo Bara era un golfillo de París; grita: «¡Adelante!» como piafa de contento el caballo de las Escrituras; y le basta un minuto para pasar de chiquillo a general.
Este hijo del lodazal es también el hijo de los ideales. Calcule el lector esa envergadura que va de Molière a Bara.
En resumidas cuentas, y para concretarlo todo en una frase, el golfillo es alguien que se divierte porque no es feliz.