Fausto – Johann Wolfgang Von Goethe
Liseta
Ya sabrás que, al fin,
Sibila lo dijo,
«Acaba en gemir
tanto engreimiento».
Margarita
No sé, ¿cómo así?
Liseta
Está bien hinchada.
Tiene que nutrir,
comiendo y bebiendo,
a dos.
Margarita
¡Infeliz!
Liseta
¡Le está muy bien hecho!
Al mozo gentil,
¿tanto no siguiera
por acá y allí?
Los largos paseos,
tanto ir y venir
por bailes y fiestas
en los que, entre mil,
siempre era primera,
en grato reír,
cortejada siempre
como un serafín
con mil alabanzas
y atenciones mil,
idear la hicieron
su tez de carmín
todopoderosa;
y no tuvo, así,
rubor, en regalos
aun de él recibir:
tras tantas ternezas
sucediera, al fin,
que la florecilla
perdió su matiz.
Margarita
¡Mísera!
Liseta
Su suerte
no te aflija a ti.
Cuando no podíamos
nosotras salir,
junto a nuestras madres
torciendo el sutil
hilo en nuestros husos,
ella, muy feliz
pasaba la noche
junto a su gentil
amante sentada.
Los goces, sin fin
de entonces, hoy pague
con acre gemir
y con penitencia.
Margarita
Mas si no es un vil,
harála su esposa.
Liseta
¡Loco no es así!
Do quiera en el mundo
un rico es feliz
y así se ha marchado.
Margarita
¡Eso es ser ruin!
Liseta
Si ella lo consigue
le irá mal aquí,
guirnaldas deshechas
gritar y reír
y paja picada,
serán el festín
y dones que tenga
la esposa gentil. (Vase.)
Margarita, volviéndose a su casa.
Cómo tan severa
tanto antes yo fui,
cuando alguna pobre
hacía un desliz.
Las faltas ajenas
para corregir,
por dura que fuese
la frase y cerril,
no me parecía
suficiente a mí,
cada vez más negro,
más negro y más vil
¡ay! yo lo encontraba
diciéndome, al fin:
«Bendita, estás libre
de falta y desliz».
Pero… ¡Todo cuanto
me hizo consentir,
era, oh Dios, tan bueno,
tan dulce, ay de mí!