Fausto – Johann Wolfgang Von Goethe
Jardín de Marta
Margarita y Fausto.
Margarita
¡Prométeme una cosa!
Fausto
¡Cuánto yo pueda, hermosa!
Margarita
Di, con la religión ¿cómo te avienes?
Cierto que eres persona bondadosa,
pero creo que en mucho no la tienes.
Fausto
¡Olvida eso, hechicera!
A ti siempre te di y daré contentos:
yo, por mi amor, toda mi sangre diera,
y arrebatar no gusto
a ninguno su iglesia y sentimientos.
Margarita
Eso, Enrique, no es justo,
hay siempre que tener una creencia.
Fausto
¿Sí?
Margarita
¡Si no fueses, a mi ruego, adusto!
¡Tú no acatas los santos sacramentos!
Fausto
¡Los acato!
Margarita
Será con negligencia,
que no se te divisa,
mucho tiempo ha, ni en confesión ni en misa.
¿Crees en Dios?
Fausto
¿Qué labio,
ángel, podrá decir, en Dios yo creo?
Preguntarás al sacerdote, al sabio
y siempre sus respuestas,
mofa parecerán de tu deseo.
Margarita
¿Su existir, tú contestas?
Fausto
No mal, hermosa mía, me comprendas.
¿Quién osará nombrarle?
¿Y quién, en él creyendo, confesarle?
¿Quién las palabras, pronunciar, horrendas
de: no, yo en él no creo?
Él que todo contiene
y todo lo sostiene,
¿no abarca a ti y a mí y aun a sí mismo?
¿No ves cómo los cielos se abovedan?
¿Firme el globo no está sobre el abismo?
Y halagüeños mirándonos, ¿no ruedan
mil y mil astros, en eterno giro?
¿En tus mismas pupilas, no me miro?
¿En tu cabeza y corazón, al punto
todo no se violenta,
y en un misterio sempiterno, junto,
lo invisible y visible se te ostenta?
De esto, tu corazón se colme, y cuando
tú misma te sintieres
de gozo rebosando
llámalo, si lo quieres,
ventura, corazón, amor, Dios. ¡Nombre,
para eso ignora el hombre!
¡El sentimiento es todo;
el nombre, ruido y humo que oscurece
al cielo!
Margarita
Se parece,
en lo bueno y bonito, a lo que dice
el cura, aunque él lo dice de otro modo.
Fausto
Todos los corazones, donde quiera
lo dicen cada día,
en su lengua cada uno;
¿por qué no he de decirlo yo en la mía?
Margarita
Tal vez ya te importuno,
pero yo siempre pienso
que no eres buen cristiano.
Fausto
¡Niña querida!
Margarita
Me hace un mal inmenso,
el verte en semejante compañía.
Fausto
¿Cómo?
Margarita
El odio más grande y más arcano
despierta en la alma mía
ese que anda contigo.
Nada, en toda mi vida,
me ha dado al corazón tan grave herida,
como la torva faz de ese tu amigo.
Fausto
¡No le temas, medrosa!
Margarita
Toda mi sangre, su presencia mueve.
Con todas soy bondadosa,
pero cuando yo anhelo contemplarte,
vago terror de ese hombre me conmueve;
y además, yo lo tengo por malvado.
Que me perdone Dios, si he mal juzgado.
Fausto
¡Es necesario que haya bichos tales!
Margarita
No viviría yo con sus iguales.
En cuanto entra a la puerta, siempre mira
con burlona mirada
y medio henchida de ira.
Bien se ve que no toma parte en nada.
Lleva escrito en su frente
que a nadie ama y a nadie amor inspira.
Estando entre tus brazos,
¡tan libre, tan feliz mi alma se siente!
Y, sin embargo, su presencia odiosa
desgarra, mis entrañas, en pedazos.
Fausto
¡Oh, niña temerosa!
Margarita
Tanto esto me domina,
que si él se nos acerca
que ya no te amo el alma se imagina.
También, cuando está cerca
rezar no puedo nunca, y esto, Enrique,
mi corazón lacera
y a ti tal vez así te mortifique.
Fausto
¡No es más que antipatía verdadera!
Margarita
¡Mas ya debo partir!
Fausto
¡Ay! ¿No pudiera
un corto instante, en calma
yacer en tu regazo,
juntando en tierno abrazo
pecho a pecho, y alma a alma?
Margarita
¡Si sola yo durmiera,
sin cerrojo hoy la puerta te dejara!
¡Mas mi madre es, de sueño, tan ligera!
Y si ella nos hallara,
¡yo, en el momento, muerta me cayera!
Fausto
¡No temas, ángel mío!
Ve este pomo: tres gotas en un trago
ponen a tu albedrío
el sueño más profundo y bonancible.
Margarita
¿Qué cosa, por ti, no hago?
¿Que un mal le cause, no será posible?
Fausto
¿Te lo diera, si no fuese de otra suerte?