Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Segunda Parte: Cosette
Libro octavo
Los cementerios toman lo que les dan
Cap IV : En el que da por completo la impresión de que Jean Valjean había leído a Austin Castillejo.
Las zancadas de un cojo son como las ojeadas de un tuerto; tardan en llegar a la meta. Además, Fauchelevent estaba perplejo. Tardó casi un cuarto de hora en volver a la cabaña del jardín. Cosette ya estaba despierta. Jean Valjean la había sentado junto al fuego. Cuando entró Fauchelevent, le estaba señalando el cuévano del jardinero, colgado en la pared, y le decía:
—Escúchame bien, queridita. Vamos a tener que irnos de esta casa, pero volveremos y estaremos muy bien en ella. El buen hombre que vive aquí te meterá ahí dentro y te llevará a la espalda. Me esperarás en casa de una señora. Iré a buscarte. ¡Y, sobre todo, si no quieres que la Thénardier se quede contigo otra vez, obedece y no digas nada!
Cosette asintió con expresión muy seria.
Al oír el ruido que hizo Fauchelevent al empujar la puerta, Jean Valjean se volvió.
—¿Qué hay?
—Todo está solucionado y nada está solucionado —dijo Fauchelevent—. Tengo permiso para que entre usted; pero antes de que entre, hay que sacarlo. Ahí está el intríngulis. ¡Con la niña no hay dificultad!
—¿Se la llevará usted?
—¿Se estará callada?
—Respondo de ello.
—Pero ¿y usted, señor Madeleine?
Y, tras un silencio en el que había ansiedad, Fauchelevent exclamó:
—Pero ¿por qué no sale por donde entró?
Igual que la primera vez, Jean Valjean se limitó a contestar:
—Imposible.
Fauchelevent, hablando más consigo mismo que con Jean Valjean, refunfuñó:
—Hay otra cosa que me preocupa. He dicho que metería tierra. Pero estoy pensando que ahí la tierra, en vez de un cuerpo, no se va a parecer, no va a hacer apaño, cambiará de sitio, se moverá. Los hombres se darán cuenta. Hágase cargo, señor Madeleine, el gobierno se enterará.
Jean Valjean lo miró a los ojos y pensó que estaba delirando.
Fauchelevent siguió diciendo:
—¿Cómo di… antres va a salir de aquí? ¡Es que todo tiene que estar listo mañana! Es mañana cuando lo traigo a usted. La superiora lo está esperando.
Entonces le explicó a Jean Valjean que era un premio porque él, Fauchelevent, le iba a hacer un favor a la comunidad. Que entraba en sus atribuciones participar en los entierros, que clavaba las cajas y ayudaba al sepulturero en el cementerio. Que la monja que se había muerto por la mañana había pedido que le dieran sepultura en el ataúd que le hacía las veces de cama y la enterrasen en la cripta, debajo del altar de la capilla. Que lo prohibían los reglamentos de la policía, pero que era una de esas muertas a quienes no se les niega nada. Que la superiora y las madres vocales estaban dispuestas a cumplir con el deseo de la difunta. Que el gobierno que se fastidiase. Que él, Fauchelevent, iba a clavar el ataúd en la celda, que levantaría la piedra en la capilla y bajaría a la muerta a la cripta. Y que, para agradecérselo, la superiora admitía en el convento a su hermano, de jardinero, y a su sobrina, de educanda. Que su hermano era el señor Madeleine y que su sobrina era Cosette. Que la superiora le había dicho que llevase a su hermano al día siguiente por la tarde, después del entierro fingido en el cementerio. Pero no podía llevar desde la calle al señor Madeleine si el señor Madeleine no estaba en la calle. Que ése era el primer problema. Y que además había otro problema: el de la caja vacía.