Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Segunda Parte: Cosette
Libro sexto
Le Petit-Picpus
Cap II : La regla de Martín Verga.
Este convento, que, en 1824, llevaba ya muchos años en la calleja de Picpus, era una comunidad de bernardas de la regla de Martín Verga.
Estas bernardas, por lo tanto, no pertenecían a Claraval, como los bernardos, sino al Císter, como los benedictinos. Dicho de otro modo, no eran de la obediencia de san Bernardo, sino de san Benito.
Cualquiera que haya revuelto en unos cuantos infolios sabe que Martín Verga fundó en 1425 una congregación de bernardas benedictinas cuyo convento principal estaba en Salamanca, con una sucursal en Alcalá.
Dicha congregación se ramificó por todos los países católicos de Europa.
Estos injertos de una orden en otra no son inusuales ni poco ni mucho en la iglesia latina. Por no mencionar sino la orden de san Benito, de la que hablamos aquí, a esa orden se suman, sin contar la regla de Martín Verga, cuatro congregaciones: dos en Italia, Montecasino y Santa Justina de Padua; dos en Francia, Cluny y Saint-Maur, y nueve órdenes: Valombrosa, Grammont, los celestinos, los camandulenses, los cartujos, los humillados, los olivetanos, los silvestrinos y, finalmente, el Císter; pues el propio Císter, tronco de otras órdenes, no es para san Benito sino un retoño. El Císter nace en tiempos de san Roberto, abad de Molesme, en la diócesis de Langres, en 1098. Ahora bien, fue en 529 cuando san Benito, con diecisiete años, expulsó del antiguo templo de Apolo, donde vivía, al Diablo, que se había retirado al desierto de Subiaco (era ya viejo. ¿Se había metido acaso a ermitaño?).
Después de la regla de las carmelitas, que van descalzas, llevan en el pecho un zarzo de mimbre y no se sientan nunca, la regla más dura es la de las bernardas benedictinas de Martín Verga. Van vestidas de negro, con un griñón que, por disposición expresa de san Benito, llega hasta la barbilla. Una túnica de sarga de mangas anchas, un velo largo de lana, el griñón hasta la barbilla cortado en cuadro a la altura del pecho y la toca hasta los ojos: ése es el hábito. Todo negro, salvo la toca, que es blanca. Las novicias llevan el mismo hábito, pero van todas de blanco. Las que ya profesaron llevan además un rosario colgado a un costado.
Las bernardas benedictinas de Martín Verga son adoratrices perpetuas, igual que las benedictinas conocidas como monjas del Santísimo Sacramento, quienes, a principios de este siglo, tenían dos conventos en París, uno en Le Temple y el otro en la calle Neuve-Sainte-Geneviève. Por lo demás, las bernardas benedictinas de Le Petit-Picpus, a las que nos estamos refiriendo, eran una orden diferente por completo de las adoratrices del Santísimo Sacramento cuyos conventos estaban en la calle Neuve-Sainte-Geneviève y en Le Temple. Las reglas eran muy distintas; había diferencias en el hábito. El griñón de las bernardas benedictinas de Le Petit-Picpus era negro, y el de las benedictinas del Santísimo Sacramento y de la calle Neuve-Sainte-Geneviève, blanco; y, además, llevaban en el pecho un santísimo sacramento de unas tres pulgadas de alto de plata sobredorada o de cobre dorado. Las monjas de Le Petit-Picpus no llevaban ese santísimo sacramento. Aunque la adoración perpetua sea común al convento de Le Petit-Picpus y al convento de Le Temple, las dos órdenes se diferencian perfectamente. Sólo existe parecido entre las adoratrices del Santísimo Sacramento y las bernardas de Martín Verga en esa práctica, de la misma forma que había semejanza, en lo tocante al estudio y la glorificación de todos los misterios relacionados con la infancia, la vida y la muerte de Jesucristo y la Virgen, entre dos órdenes, muy distantes empero y enemigas llegado el caso: el Oratorio de Italia, que fundó en Florencia Felipe Neri, y el Oratorio de Francia, que fundó en París Pierre de Bérulle.