VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO CLXIX. De en lo que Cortés entendió después que le vino la gobernación de la Nueva-España, cómo y de que manera repartió los pueblos de indios, e otras cosas que más pasaron, y una manera de platicar que sobre ello se ha declarado entre personas doctas.
Ya que le vino la gobernación de la Nueva España a Hernando Cortés, paréceme a mí y a otros conquistadores de los antiguos, de los más experimentados y maduro consejo, que lo que había de mirar Cortés era acordarse desde el día que salió de la isla de Cuba y tener atención a todos los trabajos en que se vio, así cuando en lo de los arenales, cuando desembarcamos, qué personas fueron en le favorecer para que fuese capitán general y justicia mayor de la Nueva.España; y lo otro, quién fueron los que se hallaron siempre a su lado en todas las guerras, así de Tabasco y Cingapacinga, y en tres batallas de Tlascala, y en la de Cholula cuando tenían puestas las ollas con ají para nos comer cocidos; y también quién fueron en favorecer su partido cuando por seis o siete soldados que no estaban bien con él le hacían requirimientos que se volviese a la Villa-Rica y no fuese a Méjico, poniéndole por delante la gran pujanza de guerreros y gran fortaleza de la ciudad; y quién fueron los que entraron con él en Méjico y se hallaron en prender al gran Montezuma; y luego que vino Pánfilo de Narváez con su armada, qué soldados fueron los que llevó en su compañía y le ayudaron a prender y desbaratar al Narváez; y luego quién fueron los que volvieron con él a Méjico al socorro de Pedro de Ajuarado, y se hallaron en aquellas fuertes y grandes batallas que nos dieron, hasta que salimos huyendo de Méjico, que de mil y trecientos soldados quedaron muertos sobre ochocientos y cincuenta, con los que mataron en Tustepeque e por los caminos, y no escapamos sino cuatrocientos y cuarenta muy heridos, y a Dios misericordia. Y también se le había de acordar de aquella muy temerosa batalla de Obtumba, quién, después de dos días, se la ayudó a vencer y salir de aquel tan gran peligro; y después quién y cuántos le ayudaron a conquistar lo de Tepeaca y Cacimia y sus comarcas, como fue Ozucar y Guacachula y otros pueblos; y la vuelta que dimos por Tezcuco para Méjico, y de otras muchas entradas que desde Tezcuco hicimos, así como la de Iztapalapa, cuando nos quisieron anegar con echar el agua de la laguna, como echaron, creyendo nos ahogar; y asimismo las batallas que hubimos con los naturales de aquel pueblo y mejicanos que les ayudaron; y luego la entrada del Saltocán y los peñoles que llaman hoy día del Marqués, y otras muchas entradas; y el rodear de los grandes pueblos de la laguna, y de los muchos rencuentros y batallas que en aquel viaje tuvimos, así de los de Suchimileco como de los de Tacuba; y vueltos a Tezcuco, quién le ayudó contra la conjuración que tenían concertado de le matar, cuando sobre ello ahorcó un Villafaña; y pasado esto, quién fueron los que le ayudaron a conqmstar a Méjico, y en noventa y tres días, a la continua de día y de noche, tener batallas y muchas heridas y trabajos, hasta que se prendió a Guatemuz, que era el que mandaba en aquella sazón a Méjico; y quién fueron en le ayudar y favorecer cuando vino a la Nueva España un Cristóbal de Tapia para que le diese la gobernación. Y demás de todo esto, quiénes fueron los soldados que escribimos tres veces a su majestad en loor de los grandes y muchos y buenos servicios que Cortés le había hecho, y que era digno de grandes mercedes y le hiciese gobernador de la Nueva España….