VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO CLIX. Cómo Cortés y todos los oficiales del Rey acordaron de enviar a su majestad todo el oro que le había cabido de su real quinto de todos los despojos de Méjico, y cómo se envió de por sí la recámara del oro y todas las joyas que fueron de Montezuma y de Guatemuz, y lo que sobre ello acaeció.
Como Cortés volvió a Méjico de la entrada de Pánuco, anduvo entendiendo en la población y edificación de aquella ciudad; y viendo que Alonso de Ávila, ya otra vez por mí nombrado en los capítulos pasados, había vuelto en aquella sazón de la isla de Santo Domingo, y trajo recaudo de lo que le habían enviado a negociar con la audiencia real e frailes Jerónimos que estaban por gobernadores de todas las islas, e los recaudos que entonces trajo fue, que nos daban licencia para poder conquistar toda la Nueva España y herrar los esclavos, según y de la manera que llevaron en una relación, y repartir y encomendar los indios como en las islas Española e Cuba e Jamaica se tenía por costumbre; y esta licencia que dieron fue hasta en tanto que su majestad fuese sabidor dello, o fuese servido mandar otra cosa; de lo cual luego le hicieron relación los mismos frailes Jerónimos, y enviaron un navío por la posta a Castilla, y entonces su majestad estaba en Flandes, que era mancebo, y allá supo los recaudos que los frailes Jerónimos le enviaban; porque al obispo de Burgos, puesto que estaba por presidente de Indias, como conocían dél que nos era muy contrario, no le daban cuenta dello ni trataban con él otras muchas cosas de importancia, porque estaban muy mal con sus cosas.
Dejemos esto del Obispo, y volvamos a decir que, como Cortés tenía a Alonso de Ávila por hombre atrevido y no estaba muy bien con él, siempre le quería tener muy lejos de sí, porque verdaderamente si cuando vino el Cristóbal de Tapia con las provisiones el Alonso de Ávila se hallara en Méjico, porque entonces estaba en la isla de Santo Domingo, y como el Alonso de Ávila era servidor del obispo de Burgos e había sido su criado, y le traían cartas para él, fuera gran contraditor de Cortés y de sus cosas, y a esta causa siempre procuraba Cortés de tenello apartado de su persona; y cuando vino deste viaje que dicho tengo, por consejo de fray Bartolomé de Olmedo, por le contentar y agradar, le encomendó en aquella sazón el pueblo de Guatillán, y le dio ciertos pesos de oro, y con palabras y ofrecimientos y con el depósito del pueblo por mí nombrado, que es muy bueno y de mucha renta, le hizo tan su amigo y servidor, que le envió después a Castilla, y juntamente con él a su capitán de la guarda, que se decía Antonio de Quiñones, los cuales fueron por procuradores dela Nueva España y de Cortés, y llevaron dos navíos, y en ellos ochenta y ocho mil castellanos en barras de oro; y llevaron la recámara que llamamos del gran Montezuma, que tenía en su poder Guatemuz, y fue un gran presente, en fin para nuestro gran césar, porque fueron muchas joyas muy ricas y perlas tamañas algunas dellas como avellanas, y muchos chalchiuies, que son piedras finas como esmeraldas, y por ser tantas y no me detener en escribirlas, lo dejaré de decir y traer a la memoria; y también enviamos unos pedazos de huesos de gigantes que se hallaron en un cu e adoratorio en Cuyoacán, que eran según y de la manera de otros grandes zancarrones que nos dieron en Tlascala, los cuales habíamos enviado la primera vez, y eran muy grandes en demasía; y le llevaron tres tigres, y otras cosas que ya no me acuerdo.