VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO CLI. Cómo Cortés mandó repartir los doce bergantines, y mandó que se sacase la gente del más pequeño bergantín, que se decía Busca-Ruido, y de lo demás que pasó.
Como Cortés y todos nuestros capitanes y soldados entendimos que sin los bergantines no podríamos entrar por las calzadas para combatir a Méjico, envió cuatro dellos a Pedro de Albarado, y en su real, que era el de Cristóbal de Olí, dejó seis bergantines, y a Gonzalo de Sandoval, en la calzada de Tepeaquilla, envió dos; y mandó que el bergantín más pequeño que no anduviese más en el agua, porque no le trastornasen las canoas, que no era de sustento, y la gente y marineros que en él andaban mandó repartir en esotros doce, porque ya estaban muy mal heridos veinte hombres de los que en ellos andaban.
Pues desque nos vimos en nuestro real de Tacuba con aquella ayuda de los bergantines, mandó Pedro de Albarado que los dos dellos anduviesen, por la una parte de la calzada y los otros dos de la otra parte, e comenzamos a pelear muy de hecho, porque las canoas que nos solían dar guerra desde el agua, los bergantines las desbarataban; y ansí, teníamos lugar de les ganar algunas puentes y albarradas; y cuando con ellos estábamos peleando, era tanta la piedra con hondas y vara y flecha que nos tiraban, que por bien que íbamos armados, todos los más soldados nos descalabraban, y quedábamos heridos, y hasta que la noche nos despartía no dejábamos la pelea y combate. Pues quiero decir el mudarse de escuadrones con sus divisas e insignias de las armas que de los mejicanos se remudaban de rato en rato, pues a los bergantines cuál los paraban de las azuteas, que los cargaban de vara y flecha y piedra, porque era más que granizo, y no losé aquí decir ni habrá quien lo pueda comprender, sino los que en ello nos hallamos, que venía tanta multitud dellas como granizo, e de presto cubrían la calzada; pues ya que con tantos trabajos les ganábamos alguna puente o albarrada y la dejábamos sin guarda, aquella misma noche la habían de tornar a ahondar, y ponían muy mejores defensas, y aun hacían hoyos encubiertos en el agua, para que otro día cuando peleásemos, al tiempo de retraer, nos embarazásemos y cayésemos en los hoyos, y pudiesen en sus canoas desbaratarnos; porque ansimismo tenían aparejadas muchas canoas para ello, puestas en partes que no las viesen nuestros bergantines, para cuando nos tuviesen en aprieto en los hoyos, los unos por tierra y los otros por el agua dar en nosotros; y para que nuestros bergantines no nos pudiesen venir e ayudar tenían hechas muchas estacadas en el agua, encubiertas en partes que en ellas zabordasen, y desta manera peleábamos cada y día.