VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CXLV. De la gran sed que hubo en este camino, y del peligro en que nos vimos en Suchimileco con muchas batallas y reencuentros que con los mejicanos y con los naturales de aquella ciudad tuvimos, y de otros muchos reencuentros de guerras que hasta volver a Tezcuco pasamos.

Pues como caminamos para Suchimileco, que es una gran ciudad, y en toda la más della están fundadas las casas en el agua, de agua dulce, y estará de Méjico obra de dos leguas y media; pues yendo por nuestro camino con gran concierto y ordenanza, como lo teníamos de costumbre, fuimos por unos pinares, y no había agua en todo el camino; y como íbamos con nuestras armas a cuestas y era ya tarde y hacía gran sol, aquejábanos mucho la sed, y no sabíamos si había agua adelante, y habíamos andado ciertas leguas, ni tampoco teníamos certinidad qué tanto estaba de allí un pozo que nos decían que había en el camino; y como Cortés así vido todo nuestro ejército cansado, y los amigos tlascaltecas se desmayaron y se murió uno de sed, y un soldado de los nuestros que era viejo y estaba doliente, me parece que también se murió de sed, acordó Cortés de parar a la sombra de unos pinares, y mandó a seis de a caballo que fuesen adelante, camino de Suchimileco, e que viesen qué tanto de allí había población o estancias, o el pozo que tuvimos noticia que estaba cerca, para ir a dormir a él; y cuando fueron los de a caballo, que era Cristóbal de Olí y un Valdenebro y Pedro González de Trujillo, y otros muy esforzados varones, acordé yo de me apartar en parte que no me viese Cortés ni los de a caballo, y llevé tres naborias míos tlascaltecas, bien esforzados e sueltos indios, y fui tras ellos hasta que me vieron ir, y me aguardaron para me hacer volver, no hubiese algún rebato de guerreros mejicanos donde no me pudiese valer, e yo todavía porfiaba a ir con ellos; y el Cristóbal de Olí, como era yo su amigo, me dijo que fuese y que aparejase los puños a pelear con los indios y los pies a ponerme en salvo; y era tanta la sed que tenía, que aventuraba mi vida por me hartar de agua; y pasando obra de media legua adelante, había muchas estancias y caserías de los de Suchimileco en unas laderas de unas sierrezuelas; entonces los de a caballo que he dicho se apartaron para buscar agua en las casas, y la hallaron y se hartaron della, y uno de mis tlascaltecas me sacó de una casa un gran cántaro de agua, que así los hay grandes cántaros en aquella tierra, de que me harté yo y ellos; y entonces acordé desde allí de me volver donde estaba Cortés reposando, porque los moradores de aquellas estancias ya comenzaban a se apellidar y nos daban grita, y truje el cántaro lleno de agua con los tlascaltecas, y hallé a Cortés que ya comenzaba a caminar con todo su ejército; y como le dije que había agua en unas estancias muy cerca de allí y que había bebido y que traía agua en el cántaro, la cual traían los tlascaltecas muy escondida porque no me la tomaren, porque a la sed no hay ley; de la cual bebió Cortés y otros caballeros, y se holgó mucho, y todos se alegraron y se dieron priesa a caminar, y llegamos a las estancias antes de se poner el sol, y por las casas hallaron agua, aunque no mucha, y con la sed que traían algunos soldados,…