Fausto – Johann Wolfgang Von Goethe
Casa de la vecina
Marta, sola.
¡Perdone Dios a mi marido! ¡Vaya!
¡Portarse así conmigo! Que yo viva
sola, mientras él corre por el mundo.
Yo causarle pesar nunca quería;
sábelo Dios, de corazón lo amaba. (Llora.)
¡Quizá ha muerto! ¡Oh dolor! ¡Si una noticia
segura yo tuviese!
Margarita, entrando.
¡Marta, Marta!
Marta
¿Qué hay pues?
Margarita
¡Oh qué placer! Una cajita
igual en todo a la otra hallé en mi armario
y con joyas mejores y más ricas
que las primeras.
Marta
Madre no lo sepa
porque a su confesor las llevaría.
Margarita
¡Ve, qué riqueza! ¡Ve!
Marta, adornándola con ellas.
¡Feliz criatura!
Margarita
No poder en la calle, ¡qué desdicha!,
ni en la iglesia mostrarme así ataviada.
Marta
Ven aquí y en secreto, podrás niña
ornarte de estas joyas, pasearte
ante el espejo, llena de alegría
durante algunas horas, esperando
una buena ocasión que al fin permita
algo mostrar a las demás personas;
primero, la cadena, y en seguida,
los pendientes; si extraña algo tu madre,
para calmarla hay buenas engañifas.
Margarita
No puedo comprender por quién ni cómo
han podido venir las dos cajitas.
(Golpean?)
¡Dios! ¿Si será mi madre la que llama?
Marta, aguaitando por la cortinita.
No, que es un extranjero, amiga mía.
Mefistófeles, entrando.
Mi libertad dispensaréis, señora.
(Retrocediendo respetuosamente ante Margarita.)
Yo quisiera tener solo noticias
de la señora Marta de Schewerdtlein.
Marta
Yo soy; ¿qué es lo que usted pretendería?
Mefistófeles, en voz baja a ella.
Ya la conozco y esto me es bastante,
que ahora tiene usted noble visita
y en la tarde podré venir a verla.
Marta, en voz alta.
Por dama principal te toma, niña,
este señor.
Margarita
¡Ay! El señor se engaña;
pobre soy, que estas joyas no son mías.
Mefistófeles
No son solo las joyas; usted tiene
un porte y un mirar… ¡Me regocija
poder quedarme aquí!
Marta
¡Saber anhelo!…
Mefistófeles
¡Daros más gratas nuevas yo querría!
Y que por esto no me odiéis, confío:
¡partió vuestro marido de esta vida!
Marta
¡Murió! ¡Tan buena alma! ¡Ay! ¡Yo fenezco!
¡Mi marido murió!
Margarita
¡Marta querida,
no desespere usted!
Mefistófeles
¡Oíd la historia!
Margarita
Nunca, jamás a nadie yo amaría,
tales pérdidas son insoportables.
Mefistófeles
Penas tienen los goces, y alegrías,
los dolores.
Marta
¡Su fin, señor, contadme!
Mefistófeles
San Antonio de Padua, en su capilla
le otorgó, para siempre, un fresco lecho.
Marta
¿Nada me trae usted? ¡Pronto lo diga!
Mefistófeles
Sí, una súplica grande y bien pesada;
que usted le haga decir trescientas misas.
Mas no me dio para ello ni un ochavo.
Marta
¿Ni una nada señor? ¿Ni una alhajita,
de aquellas que se guardan por memoria
y que antes de venderla, se mendiga
y se perece de hambre?
Mefistófeles
Yo me duelo
de ello; pero el triunfo no tenía
el vicio del derroche; de sus faltas
mucho se arrepintió; de sus desdichas,
aun más se lamentó.
Margarita
¡Que los mortales
sean tan infelices! Yo contrita,
unos responsos rezaré por su alma.
Mefistófeles
Con ese garbo y gracias, debería
casarse luego usted.
Margarita
No, por ahora.
Mefistófeles
Si no por un marido, se principia
por un galán; es un placer celeste
hacerle y recibir tiernas caricias.
Margarita
¡No es ese el uso del país!
Mefistófeles
¡No importa!
¡Todo al fin se acomoda!
Marta
¡Bien! ¡Prosiga!