Fausto – Johann Wolfgang Von Goethe
Fausto y Wagner
Fausto y Wagner entran.
Fausto
De la grata primavera
al dulce hálito benigno,
libres ruedan, sus raudales,
los torrentes y los ríos.
De los montes escabrosos,
a los más ásperos sitios,
huyendo se fue el invierno
y desde allí, amortecido,
por sobre los campos sopla
su hielo pero sin bríos.
El sol, nieves, ya no sufre,
y todo, con regocijo,
se afana por nuevas formas
y por colores más vivos.
Y reemplazar a las flores,
pueden hombres bien vestidos.
Desde aquí vuelve tu rostro,
al pueblo, y en torbellino,
ve cómo se precipita,
buscando el sol, el gentío
por las huecas, toscas puertas.
Con alegría y bullicio,
la Resurrección celebran,
y a la verdad, ellos mismos
son también resucitados;
pues de los cuartos sombríos
de sus húmedas moradas,
de los lazos de su oficio,
de la opresión de sus techos,
del tedioso desaliño
de sus calles y del grave
silencio de santos ritos,
salen a la luz del día.
Mira, con qué regocijo,
la multitud ondulante,
en multiplicados giros
por los campos se derrama.
Ve cuántos arrastra el río,
jubilosos barquichuelos
y cómo se aleja hundido
ese último con su carga.
En los lejanos caminos
aun de los montes se nota,
de muchos trajes, el brillo.
¡Cómo cantan los aldeanos!
Este sí que es paraíso
del pueblo; todos se alegran,
todos, los grandes y chicos:
¡me siento hombre y aquí puedo
serlo también!
Wagner
Señor mío,
pasear con usted, por cierto
que es honra y es beneficio;
pero yo no me perdiera
por entre ese remolino;
pues de lo grosero y brusco
soy declarado enemigo.
No puedo sufrir sus juegos
ni esos diabólicos gritos
en que furiosos prorrumpen
cual si fuesen poseídos;
¡y eso es lo que llaman canto,
lo que llaman regocijo!
Campesinos bajo los Tilos, baile y canto.
Dispuesto para el baile,
alegre el corazón,
con su más rico traje
estaba ya el pastor.
Y todos, como locos,
en círculo veloz,
bailaban en los tilos,
¡eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh!
¡del buen violín, al son!
Entraba muy de prisa
y con el codo dio
a una muchacha y ella
dijo de mal humor:
«¡Oh!, ¡vaya qué torpeza!
¡Qué ruda inatención!
¡Vaya un mozuelo tosco!
¡Eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh!
¡Muy mal criado sois!»
Mas no paraba un punto
la ronda tan veloz;
flotando los vestidos
en vuelco volador.
Ardientes, colorados,
todos en gran unión
al fin se reposaban,
¡eh!, ¡eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh!
¡del baile y del calor!
¡No tanta confianza!
De cuanto engañador,
no lloran mil doncellas,
promesas; tal no soy.
Pero él la requería
tenaz siempre de amor,
se oyó entonces en los tilos
¡eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh!
¡más grita y confusión!